La Navidad como ya hemos visto en entradas anteriores ha perdido la esencia religiosa y se ha convertido la fiesta consumista por excelencia. Compramos regalos que ponemos bajo el árbol o metemos en calcetines colgados en la chimenea, las parejas se regalan entre sí y compañeros de trabajo obsequian en ocasiones al amigo invisible. ¿Pero, por qué nos hacemos estos regalos?
Aunque
la Navidad es una fiesta cristiana de enorme trascendencia para los creyentes,
la forma en que se celebra proviene, en realidad, de tradiciones paganas de
origen romano y griego muy populares entre la gente. Con esas fiestas,
conocidas en el mundo romano como las Saturnales, se celebraba el fin del
solsticio de invierno, que culminaba el 25 de diciembre, para dar inicio a las
calendas -el primer día de cada mes para los romanos- de enero. Pues bien,
durante las Saturnales, que eran conocidas como las fiestas de los esclavos,
éstos recibían raciones extra, tiempo libre y otras prebendas. Para los
romanos, estos eran días de diversión, banquetes e intercambio de regalos con
los que celebrar el final de la siembra de invierno.
Estas
fiestas eran muy populares entre la gente, con lo que a la Iglesia le resultaba
muy difícil acabar con esta tradición. Además, necesitaba no solo atraer a los
'paganos' a su seno, sino hacer que se sintieran a gusto como miembros de la
cristiandad. Por tanto, una vez que el imperio romano permitió el cristianismo
dentro de sus fronteras, se produjo una especie de sincretismo religioso, en el
que se fusionaron costumbres paganas con creencias cristianas.
Eso
dio origen a la Navidad. No hay referencia histórica de que el nacimiento de
Jesús fuera celebrado por los cristianos antes del siglo III, sin embargo se
estableció el 25 de diciembre como fecha del nacimiento para reemplazar la
celebración pagana, precisamente porque ese día los romanos celebraban el
nacimiento del Sol Invictus.
En
las fiestas Saturnales, se decoraban las casas con plantas y se encendían velas
para celebrar esa nueva venida de la luz. Los romanos amigos y familiares, se
hacían regalos (en un principio, recordando a antiguos rituales, velas o
figurillas de barro) como los que se hacen en la fiesta de la Navidad.
Inicialmente,
la Navidad cristiana no asumió la costumbre de los regalos. Para ello hubo que
esperar al siglo IV, cuando apareció en Turquía la figura de San Nicolás,
también conocido como San Nicolás de Myra (en oriente, por su lugar de
fallecimiento) o San Nicolás de Bari (en occidente, por el lugar donde fueron
trasladados sus restos cuando los musulmanes conquistaron Turquía). Pues bien,
San Nicolás, que había nacido en una familia acomodada, hacia caridad dando
regalos a los pobres, en especial a los niños. Su ejemplo sirvió para recuperar
la tradición del regalo.
A
San Nicolás, que dio origen a las figuras de Papa Noel y Santa Claus, se le
imputan numerosas leyendas relacionadas con resurrección de niños y dotación de
vírgenes. Una de ellas cuenta que una noche, cuando trataba de transportar tres
bolsas de oro hasta las tres hijas de un mercader arruinado, una de las bolsas
cayó dentro de los calcetines que colgaban de la chimenea para secarse y que
por eso desde entonces se cuelgan los calcetines en espera de regalos de
Navidad.
Desde
1164, en España existe la costumbre de obsequiar a los niños, el 6 de enero,
con juguetes en memoria de los regalos -oro, incienso y mirra- que los Reyes
Magos llevaron al Niño Jesús. En la actualidad, esta tradición se ha mezclado
con la de Santa Claus.
Como habéis podido observar existe una larga historia detrás de las tradiciones navideñas, teniendo en muchas ocasiones su origen fue pura casualidad. Sin más dilación os deseo unas felices fiestas (o lo que queda de ellas) y descansad estas vacaciones, que viene haciendo falta.
Fdo: PABLO, Maristas Ourense
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